21 noviembre, 2009

La toga y la poda

El trabajo de abogado tiene sus luces y sus sombras, como el de todo hijo de vecino por otra parte. A veces se enzarzan en debates interminables o se enredan en asuntos espinosos. Otras les dejan plantados los testigos en mitad de un juicio y sin embargo son capaces de irse de rositas. Muchas veces sus clientes les ocultan información y se van por las ramas y muchas otras les escuchan como el que oye llover. Tienen que poner buena cara a su cliente aunque sea un auténtico capullo y muchas horas de duro trabajo acaban cayendo en barbecho. Por otra parte también hay ocasiones en que los recursos y las florituras verbales dan los frutos deseados, en esos casos las sentencias se reciben como agua de mayo.

Pablo es abogado y sabe todo eso muy bien, no me lo cuenta porque la discreción va en el sueldo pero sí me habla de otras flores y otras frutas, de otras ramas y otras espinas. Me habla y me las regala para que las comparta. El día que me lo presentaron (hace apenas unos meses) tuve la sensación de estar ante una de esas personas que, sin saber exactamente por qué, no es alguien del montón. Por el momento paseemos por su jardín (mi favorita es la buganvilla).

2 comentarios:

Efrén Morales dijo...

Parafraseando en version libre a Escrivá, ¡¡¡ esto sí que es santificar el trabajo !!! En ese buen hacer que dejan ver tus palabras se intuye una auténtica vocación. Y mas siendo abogado, ¡¡¡ qué valor !!!

Agustín Molina dijo...

acá, allá o en la China, el trabajo del abogado ese mismo, el qeu describís!