24 agosto, 2007

Damas antiguas...

" En fin, que entre unos profesores que iban y otros que venían, los juegos, el sarampión y otras enfermedades infantiles y algunas visitas a la ciudad para que se distrajera, el tiempo fue pasando y la niña se convirtió en una jovencita preciosa con la cara muy parecida a la de sus muñecas: El cutis blanco y sonrosado, los tirabuzones color miel, los ojos azul porcelana y la sonrisa fija y un poquito bobalicona. Era una pena la sonrisita aquella que era lo único que la afeaba un poco, pero todos sabemos que no hay nadie perfecto.

Dentro de aquella cabecita preciosa no había nada que valiera la pena, ni que fuera digno de mención. Hablando claramente, no había nada de nada, pero a este detalle no le daban ninguna importancia los jóvenes que la admiraban. No les parecía un defecto digno de tener en cuenta en una joven que era tan guapa y tan rica y, además, hija única.

Los pretendientes de Doña Amalita eran la flor y nata del pueblo y se daba por sentado que uno, entre ellos, habría de ser su marido." ...


..."Después de muchas consideraciones e intentos de buscar una explicación a aquel asunto, llegaron a la conclusión de que, en uno de los despistes de Presentita y, aprovechando que miraba a otra parte, le habían cambiado el marido por otro, ya fuera en un aeropuerto o en una estación de tren, que hay por el mundo mucha lagarta dispuesta a todo. También había que reconocer que el marido de Presentita estaba ¡pero que muy bien!, aunque esto tampoco pueda servir de disculpa para una acción como aquélla."


..."Y luego, en último, pero, no obstante, muy importante lugar, estaba el asunto de su madre. Dios se la había llevado cuando aún estaba en la plenitud de sus fuerzas y Felisa, conociéndola como la conocía, sabía que era capaz de arreglárselas para venir del sitio donde estuviera si se enteraba que ella iba a la casa donde vivía Doña Amalita. Y si una vez, sólo por haber hecho el agujero en la colcha sin querer, le había dado aquellos bofetones que le habían dejado la cabeza como ida durante todo el día, ¿qué es lo que sería capaz de hacerle ahora, aunque viniera convertida en ánima bendita?.
Antes estas consideraciones, Felisa, que siempre había sentido por su madre algo más que un saludable respeto, sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Miró el reloj y vio que aún le daba tiempo para recoger la maleta antes de que saliera el autobús y echó a andar lo más rápido que pudo ante el temor de perderlo." ...

Extractos de "Doña Amalita" de "La Sortija y otros cuentos" (Iraida Muñoz)



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