18 agosto, 2007

Palabras sabias, palabras ajenas...

El pasado mes de mayo hicimos a mi suegra un regalo: Sus cuentos de toda una vida juntos en un libro y prologados por sus hijos. Aunque la firma del prólogo es doble la realidad es que fué escrito por mi cuñado Lorenzo. Ayer, releyéndolo me encontré con este párrafo que, de nuevo, hizo que mis ojos se humedecieran porque está lleno de amor y de entendimiento:

"Son cuentos los suyos que parecen escritos con los ojos entrecerrados; cuentos de soledad interior que dejan jirones de tristeza, de sopor de sobremesa y bruma anímica, de inviernos grises y lluviosos, que revelan miedos e inseguridades, pero cargados de serena resignación y melancolía, en los que el mar, el viento, la noche, el estanque bistezan, padecen, añoran... en los que el argumento no es necesariamente lo esencial, sino más bien una excusa por la que se deslizan las sensaciones y los pensamientos, que son los legítimos y auténticos protagonistas."

Una vez dentro del libro, en uno de los cuentos me topo con otro párrafo de esos que uno siente que es el único destinatario de sus palabras:

"... He aprendido que la mayor parte de las desilusiones y las frustraciones que sufrimos no tienen más culpables que nosotros mismos. Adornamos a las personas con unas cualidades y unas virtudes que nos gustaría que tuvieran, sin darnos cuenta de que los hemos embellecido con prendas que no están mas que en nuestra imaginación. Al final, tenemos que reconocer que nada pueden darnos de lo que nada poseen."

Sigo leyendo, seguro que hay más tesoros que descubrir. Gracias Iraida.

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