Sexta y Última etapa: Buenos Aires y Julio Bocca

Buenos Aires, cuna del Tango, desembocadura del Rio de la Plata y ciudad de contrastes como no podía ser de otra manera en una urbe de más de 2.000 kilómetros cuadrados que alberga al 33% de la población del pais. Todo en Buenos Aires es desmedido, sus avenidas, su puerto, sus parques y sus arrabales, los platos de comida y la inmensa cantidad de taxis que circulan por las calles.

No hicimos turismo en Buenos Aires, nos limitamos a convivir cuatro dias con la ciudad y los amabilísmos y superencantadores bonaerenses. Pasear por Palermo Viejo y sentarse en la Plaza de Cortázar a tomar un café como hicieron en su día el propio Cortázar o Borges, dar una vuelta por La Boca y saborear el ambiente turístico pero auténtico de la calle Caminito, asistir a una cena con espectáculo de tango en El Viejo Almacén (mucho mejor de lo que creíamos que íbamos a ver), hacer compras en la calle Florida como un turista de pro soportando el acoso permanente de los vendedores, tomar una cerveza en las Galerias Pacífico, pasear por los Bosques de Palermo y cenar en uno de los restaurantes de lujo de Puerto Madero: "La Cabaña de Las Lilas"
Pero lo único, lo indescriptible, lo que hace que estos cuatro días se impriman de manera indeleble en la memoria es haber asistido a un ballet de Julio Bocca en el año previo a su anunciada retirada. No hay palabras. Julio Bocca y Alessandra Ferri convierten la Manon de Keneth McMillan con música de Massenet en un espectáculo memorable, de esos que uno recuerda como un hito, especialmente porque no se va a volver a repetir. Según un periódico "Julio Bocca y Alessandra Ferri, mágicos y sensuales en su Manón", un comentario que se queda cortísimo. La última escena del último acto, la muerte de Manón, es un canto a la expresividad corporal, a la comunión entre dos bailarines, al manejo del cuerpo como un instrumento de esculpir belleza. Ya lo dije una vez al ver un DVD, pero ahora se me llena el espíritu al repetir ¡Magnífico Bocca!