27 octubre, 2006

Quinta etapa: El Clafate - Glaciares - Perito Moreno

Última etapa en el Circuito Patagónico y casi casi, despedida de Argentina. Si hasta ahora la Patagonia me había secuestrado el corazón, la visita a Calafate, una pequeña ciudad de ensueño junto a la magia del Lago Argentino (el más grande del país), ha sido la confirmación de que a Argentina no solo hay que ir... sino que una vez que se ha ido es imposible no volver. El Lago Argentino es una visión magnífica para los que vivimos en una isla que cabe casi entera dentro del lago, en él se divisan desde la zona del Calafate algunos objetos flotando que el visitante inexperto toma por barcos y no son otra cosa que témpanos de hielo procedentes de los diversos glaciares que desembocan en él.

La visión de los glaciares es milagrosa, uno siente que está en un mundo aparte, en un mundo primigenio e inmutable, que se desliza lenta pero inexorablemente. Uno llega a creer que el ser humano no puede alterar ese discurrir de la Naturaleza (lamentablemente sabemos que si, pero la ilusión es deliciosa) y disfruta de la ficción, no tan alejada de la realidad, de que aquella belleza va a estar allí siempre por si uno quiere volver. Por suerte estará alli por generaciones y yo deseo que mis hijos y sus hijos puedan alguna vez disfrutar como yo lo he hecho.

A la vista de la inmensidad del hielo, del inexorable avance del glaciar, todo, absolutamente todo, pierde importancia y se vuelve insignificante. Allí, con los ojos ávidos de belleza y el espíritu henchido de satisfacción las penas humanas se empequeñecen. El regalo que he recibido de poder contemplar tanta grandeza solo puede moverme al agradecimiento a la Providencia y a quererlo compartir con aquellos a los que amo.

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