Cuando me quedé embarazada de Ester, la mayor, me pasaba algo parecido, buscaba en mi interior un amor innato, un instinto maternal que me hiciese percibir esa nueva vida como algo trascendente, una atadura incosciente entre madre e hija. Nunca llegó. Sólo había un deseo enorme de tener un hijo con Miguel, de engendrar una nueva vida a la que dar juntos amor y seguridad, a la que guiar y enseñar, a la que hacer feliz. Sólo había un profundo sentido de la responsabilidad. El amor llegó después, y yo lo encontré natural. Aquella personita menuda y rosada que era Ester, aquella bolita de ojos estrábicos que era Sergio, nos llenaban de ternura, de gratitud, de respeto.
Desde el primer momento, desde muy pequeños, supimos que nada venía dado, que su dependencia de nosotros nos suponía una ventaja pero no era garantía de nada, que había que "currarse" día a día su respeto, su confianza, su amor. Han pasado los años y quiero a mis hijos infinitamente. Pero lo lamento, no los quiero porque son mis hijos, no solo por eso, los quiero porque me quieren, los quiero porque son buenos, porque son personas excepcionales, porque merecen ser queridos, porque les debo el inmenso orgullo que me hacen sentir como madre. Siempre me he preguntado si los querría igual si fueran malas personas, hay quien dice que si... yo
prefiero que las cosas sean como son.
Que los hijos se vayan de casa, aunque sea provisionalmente (y yo me temo que los mios ya solo vendrán de visita), es tan natural que resistirse no tiene sentido y lamentarse es un esfuerzo inútil. No es mi caso. Ahora empieza una nueva etapa de la vida para todos, a cada uno nos toca vivir la nuestra, nos toca ayudarnos y estimularnos unos a otros, dar y recibir consejo unos de otros. Pronto Miguel y yo tendremos que soltar del todo las riendas del carruaje de la vida de nuestros hijos,
ellos lo pedirán y nosotros lo haremos con el mayor orgullo.
7 comentarios:
Mucha suerte para ese Puntal que a buen seguro va a crecer mas aún tanto en conocimientos, cmo en experiencia y en definitiva como persona.
Un momento feliz este en que se ha logrado llegar con un gran éxito a una nueva etapa de la vida, sabiéndose que se ha realizado todo lo necesario y más para sentar las bases de lo que a buen seguro será una gran persona.
Muchas felicidades a todos y mucha suerte a D. Sergio.
Un abrazo
guanche
Felicitar tambien al 4 patas, que ya es un poco mas Mencey de la casa (si cabe), aunque ahora dispone de menos subditos que le sirvan y saquen.
Saludos al 4 patas
guanche
Me ha encantado leerte Ana,lástma que no escribas más a menudo porque te aseguro que dá un gozo leer tus reflexiones...¡me encanta!.
Indudablemente,el tiempo pasa,los hijos crecen y comienzan a despegarse de los padres,yo temo cuando llegue ese momento porque soy muy cansina,siempre estoy encima de ellas,aún son pequeñs,pero me dará peníca seguramente que un día marcharán,cosa lógica y natural y emprenderán su propia vida,como ya han hecho tus hijos.De momento,pues tienen 6 años,seguiré disfrutando de tenerlas cerca.
Aunque afortunadamente,hoy no hay distancias.
Un abrazo enorme Ana,para ti y el resto de familia,os aprecio mucho
A los hijos se les quiere siempre. Si hacen las cosas bién estupendo.Si las hacen mal, te necesitan mas,y siempre, siempre por muy lejos que estén vives por ellos y para ellos y nunca sueltas las riendas del carruaje, sólo las haces invisibles para ellos, para no agobiarles y que se sientan libres, pero los padres siempre están y los hijos lo saben y tú como madre y como hija también lo sabes. Te quiero.
Gracias madre, siempre la palabra justa. Te quiero mucho.
De nuevo Ana, es un gozo leerte.
Y reflexionar sobre lo que escribes. Me trae tantos recuerdos!. En mi momento, también me tocó “dejar volar” a los hijos y jamás, jamás, tuve la tentación de retenerlos a mi lado.
Cierto que una madre jamás corta del todo el cordón umbilical con un hijo, pero deben vivir su vida, crecer como personas lejos de la protección materna.
Les hemos dado lo mejor de nosotras.
Les educamos con unos valores en los que hemos sido educadas y en los que creemos.
Llega un momento, en que ya no son “nuestros pequeños”, aunque (no se lo digas a nadie), siempre serán nuestros niños.
Que tengan suerte!.
Que pongan su granito de arena para hacer un mundo mejor.
Que procuren ser felices!.
Un abrazo.
Me has animado con este post, también estoy pasando por la ausencia fisica de mi hijo en casa que con solo 18 años se fue a vivir cerca de la Uni.Echo de menos hasta su olor en su cuarto...
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