27 septiembre, 2006

El amor, la amistad y la buena educación...

Soy persona de afectos duraderos. Quiero a mis padres, a mis hijos, a mis suegros, a mis cuñados, a mis sobrinos, a mis ocho hermanos y a sus familias, no tengo conflictos familiares y disfruto del afecto que ellos me profesan. Mantengo buenas relaciones con mis ex-profesores, ex-colegas, ex-jefes, colegas actuales, jefes, compañeros, clientes y proveedores y algún extraño cibercontacto que es mucho más que virtual. Los encuentros, por esporádicos que sean, son gratos y enriquecedores. Entre todos ellos cuento con amigos, amigos de charla de café y amigos de veladas largas y esperadas. Los amigos del pasado tal vez se han distanciado, pero en la medida en que el contacto se mantiene, se mantienen los buenos deseos, y cuando el contacto perdido se recupera soy recibida con agrado y renovada ilusión: eso me gratifica. Y tengo alguna Amiga con mayúscula, una de esas amigas que ha estado siempre, que ahora está más que nunca y que seguirá estando. Amo y soy amada por el hombre del que me enamoré hace 20 años. Nunca tuve una ruptura amorosa. Se lo que es estar enamorada y no ser correspondida pero incluso en ese caso, nunca caí en el rencor y aún hoy recuerdo con afecto a aquellos que poblaron mis sueños de delirios románticos. ¿Soy afortunada? Creo que si, creo que he sabido aprovechar los recursos que me ha dado la providencia para establecer vínculos de afecto con una parte considerable de las personas que han pasado y pasan por mi vida. Es fortuna pero creo que también mérito.

Por eso, cuando quien se dijo mi amigo pasó ayer a mi lado negándome el saludo quedé desconcertada, simplemente eso, desconcertada. Acepto que quien dijo quererme ya no sienta lo mismo, incluso que se pueda sentir traicionada la amistad y no querer salvarla, pero lo que no me cabe en la cabeza es que se pueda perder la compostura hasta el punto de caer en la mala educación. Un saludo no es un regalo, es un mínimo de cortesía. No saludar a quien está presto a hacerlo es caer en el insulto. Ni más, ni menos.

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